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El hombre-Dios, caminando en la tierra. Sus pies sucios por el polvo del camino, sus piernas adoloridas por el viaje a pie que recientemente había tenido que andar para llegar a la casa de su amigo.Generalmente venía a pasarla bien, era el lugar ideal para descansar. Buenos amigos. No le hacían preguntas molestas, ni le pedían más milagros. Le escuchaban sin parpadear. Eran sus tres buenos amigos de esa pequeña ciudad llamada Bethania. Ahí el se sentía "en casa".Pero este día es diferente a esos otros días. Hoy es el cuarto día de duelo. ¡Ahh! esos días recientes después de lo que no tiene explicación. Esa semana después de la catástrofe. Esos meses después de la bancarrota. Ese año después del choque. La crisis. Si algo es complicado en esos días, es encontrar las palabras adecuadas para alguien que acaba de vivir el profundo dolor. ¿Qué se puede decir que otros no hayan dicho ya? ¿Por qué parece ser todo inadecuado y sin mucho peso? Aún así El llega.En el estaba la vida y El era la vida. El poder de quitarla y darle estaba en su mano. Aun así fue impactado profundamente por una razón poderosa: el dolor humano. Fue tan profundo su dolor que el evangelista solo escribe una corta frase: "Y Jesús lloró" (Juan 11:35) Esas tres palabras fueron escritas con mucha reverencia, con respecto, con asombro. Sin duda, El sabía lo que haría, el mismo escritor lo dice antes. Pero aún así llora. ¿Dios llorando? ¿Te lo imaginas? Creo que me cuesta, honestamente. ¿Por qué lo hace? Si me lo preguntaras a mí, pues, a veces he llorado solo porque me sentí triste una vez. Cuando he estado sumamente cansado. Sumamente cansado. Cuando me malinterpretaron. Cuando me golpearon. Cuando me dí ese "pencazo" en la frente con ese hierro, ***herrumbroso.Dolor del niño, de la niña, del hombre, de la madre, del que busca y no encontró, del que esperaba y le decepcionaron, del que ahora está en medio de una gran tormenta. Dolor y llanto. Lo inesperado llevándose lo más querido. Y sí, ahí está El. En medio del dolor. Mejor es, dice el Salomón, estar en la casa de luto, que en la casa del banquete.El llora con los que lloran. El sabe lo que hará, pero aún así, se conmueve profundamente y participa. Su empatía con la humanidad es tan inexplicable que su corazón fue hecho pedazos en la cruz por el dolor nuestro. El llevó mis dolores y tu quebranto en su corazón. Por eso, dice Hebreos, se compadece de nosotros.Hoy he sentido el dolor de una niña que perdió a su hermanita. Era su única amiga. Y su corazón cedió a la malformación con la que nació. Se fue. ¿Cómo le explica a esa niña que su hermanita-amiguita ya no estará más?Ese día el creador del Universo lloró con nosotros. Pero no es un llanto sin esperanza. Es el llanto del que entiende. El entiende. La buena noticia además, es que El sabe lo que hará. El sabe lo que hará por ti. ¿Crees esto?
Juan 11:33 Jesús entonces, al verla llorando, y a los judíos que la acompañaban, también llorando, se estremeció en espíritu y se conmovió, y dijo: ¿Dónde le pusisteis? Le dijeron: Señor, ven y ve. Jesús lloró.Dijeron entonces los judíos: Mirad cómo le amaba. Y algunos de ellos dijeron: ¿No podía éste, que abrió los ojos al ciego, haber hecho también que Lázaro no muriera? Jesús, profundamente conmovido otra vez, vino al sepulcro. Era una cueva, y tenía una piedra puesta encima. Dijo Jesús: Quitad la piedra. Marta, la hermana del que había muerto, le dijo: Señor, hiede ya, porque es de cuatro días. Jesús le dijo: ¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?